Detectives, espías y agentes de la ley: Mortadelo y Filemón; La orejas en espiral





Sobre estos personajes está todo dicho y escrito, así que no pretendo hacer uno de mis monográficos. Tan sólo siento que ha llegado la hora de hablar de ellos, ya que esta pareja es el germen de mi afición (y breve, bueno, casi una década de mi vida, y poco fructífera económicamente profesionalización) a los dibujitos que cuentan historias, sean en movimiento o sobre el papel. Así que, tras una breve semblanza, a la que seguirán otras según sienta que vaya tocando, podré los consabidos ejemplos. Aprovecho para subrayar lo de ejemplos, a modo de “disclaimer”: Todo los gráficos publicados en este blojjj, mientras no se diga lo contrario, pertenecen a sus creadores, siendo utilizados de modo didáctico y sin más ánimo de lucro que el que pueda suponer a mi ánimo al ver las visitas que este blojjj pueda llegar a tener. Y dicho esto, llegan…





En 1968, en la revista Gran Pulgarcito, empieza la publicación seriada de la primera aventura larga de Mortadelo y Filemón, El Sulfato Atómico. Estos dos personajes nacieron El día 20 de enero de 1958, en el mítico número 1.394 de  la revista Pulgarcito. Es decir, que durante 10 años fueron detectives y tuvieron una Agencia de Información, sin Super, Bacterio y demás fauna. Ya es conocido que al principio, los primitivos Mortadelo y Filemón llevaban, respectivamente, un paraguas y un largo sombrero mezcla de hongo y chistera de donde sacaba los disfraces el primero, y nariz aguileña, con chaqueta y sombrero de felpa y fumando en cachimba el jefe, que llegó a lucir en alguna ocasión un atuendo completamente holmesiano. Posiblemente fuera este paraguas de Mortadelo lo que motiva las (fundadas) acusaciones de ser una copia del personaje argentino de la revista Rico-Tipo, Fúlmine, de Divito. Pero las coincidencias con el personaje acaban ahí. Fúlmine era un gafe, que adquirió tal popularidad en Argentina, que protagonizó su propia película, dirigida por Bayón Herrera. El personaje estaba encarnado por el famoso cómico porteño Pepe Arias.





Mortadelos primigenios


Tres páginas de Fulmine, por Divito
Otro Mortadelo, para comparar




Mortadelo y Filemón fueron sugeridos a Ibáñez, tras demostrar su valía en la editorial a base de páginas y páginas de chistes, por Rafael González. El señor González sentía una gran devoción por las novelas de Alejandro Dumas, y muy concretamente por El Conde de Montecristo y su afición por los disfraces. Habló con Ibáñez y le dijo que a ver si era capaz de hacer una serie protagonizada por dos detectives, que fueran tontos y que uno de ellos utilizara siempre algún tipo de disfraz”. Como el paradigma de los detectives era entonces Sherlock Holmes, Ibáñez creó su propia versión, incorporando además su Dr. Watson particular. Este Watson-Mortadelo llevaba entonces los ojos ligeramente entrecerrados, lo que le daba un aspecto de despiste. González, de gran visión comercial, era el que decidía que diseño tenían las revistas, o que estilo había que seguir, corregía diseños, y “cedía” material extranjero a sus colaboradores para que “buscaran” inspiración en el mismo. A todos aquellos que se escandalizan al descubrir supuestos plagios: El que paga , (y el que, por tanto, te proporciona el sustento),  manda, y en aquellos tiempos (y en estos, no nos engañemos) si querías dibujar, o lo hacías en privado o hacías lo que te decían. Benditos aquellos que alcanzaron la independencia creativa total. No llegaron allí sin pasar por estos tragos. Como dijo el copiado por antonomasia, André Franquin, "Las caras de los personajes no tienen una fuente real sino quizá los millares de caricaturas que hemos visto ya sea de sí mismo, en los dibujos animados o en otra aparte. Una obra no es jamás totalmente personal. Coloquen en una isla desierta un niño que dibuje bien: si él no entra en contacto con los dibujos de otro, su talento, no podrá desarrollarse jamás. Estas son las miles de reminiscencias que alimentan el hábito de dibujar las expresiones de los personajes. Yo nunca he copiado nada en toda mi vida, pero reconozco algunas influencias." Por cierto, que el señor González, aparte de elegir los diseños, eligió los nombres; Ibáñez le presentó “Mr. Cloro y Mr. Yesca, agencia detectivesca”, “Ocarino y Pernales, agentes especiales” y “Lentejo y Fideíno, detectives finos”. En cuanto a los bocetos que también veis a continuación, fueron mostrados por vez primera en la revista Bruguelandia nº 27, con motivo del 25 aniversario de Mortadelo y Filemón. De su credibilidad se puede dudar, pues para presentar una historieta, la costumbre era inundar la redacción con múltiples muestras y comprar paquetes, no mostrar diseños preliminares, pero siedo un encargo, y la fuente de la información Armando Matías Guiu (si, el de Diálogos para besugos), padre y directro de Bruguelandia y con cargo en Bruguera, le daremos crédito. Por cierto, que el Sisenando al que se parece el primer diseño era un dibujito de cabecera de una sección de Conti, tipo cartas al director.

Diseños de Mortadelo
Diseños de Filemón

Elección de los nombres




Sisenando, de Conti





Durante aquellos 10 años Filemón era realmente Jefe de Mortadelo; es más, le ordenaba y trataba como a un esclavo. Las historietas no tenían más de dos páginas, por lo que lo que hizo famoso a estos personajes  a Ibáñez, el gag continuo, no tenía tanta posibilidad de desarrollo. Las historietas seguían pues un esquema clásico brugueriano, teatral, para llegar al chiste final; algún malentendido, chasco, etc.
Como decía Ibáñez, “Al principio la historieta era un chiste inflado que se desarrollaba al final. Los de la censura querían que nadie pensara, que la gente pasara el rato. Por eso no aparecen mujeres en las historietas, cuando los censores veían a una le empezaban a recortar las curvas hasta dejarla como un espárrago cabezón. Un día dibujé un perro comiéndose un hueso y me lo censuraron porque afirmaban que aquello no era hueso, que aquello era un miembro viril y que había que quitarlo”.
Destacaría como innovación en aquella época el uso de los disfraces de Mortadelo. Además de cómo afición o recurso para desempeñar alguna función, reflejan sus estados de ánimo, cosa que desapareció poco a poco con el tiempo. Por su parte, Filemón persigue a su subordinado, tas alguna de sus pifias, no con un garrote, como era habitual entre los demás personajes de la casa, sino con los objetos más inverosímiles.
Y nos vamos a quedar en aquella época, cuando Mortadelo y Filemón eran más puros, ganándose el favor poco a poco de los lectores. Ya llegarían las aventuras largas, la T.I.A., los álbumes, la explosión de éxito internacional, el producir Mortadelos como churros, el copiar a los maestros francobelgas para hacer más exportable el producto, y más rápidamente, que el tiempo es oro;  la gallina de los huevos de oro que Bruguera explotó, explotando a los chimpas para multiplicar páginas. No podía haber revista de Bruguera donde no apareciera la pareja de detectives/agentes secretos, aquella era la consigna. Y posiblemente, el principio del fin.
Disfrutemos de unos Mortadelo y Filemón en la época en que Ibáñez les dibujaba con las orejas trazando una espiral. Que por algo se titula así este articulillo. Por cierto, que lo de las orejas en espiral de un solo trazo era de Vázquez, admirado por Ibáñez desde siempre.
























1 comentario:

  1. Pregunta del millón:
    ¿Por qué Ibáñez nunca firmó ni una sola página del Sulfato Atómico?
    Si quería pormocionarse en Europa, si el estilo era el más trabajso de su vida, si los autores belgas firman habitualmente todas sus historietas (Morris todas sus páginas) ¿Por qué Ibáñez no firma ni una vez?

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