Me confieso devoto de las películas de espías tipo James Bond.
Ya he dicho en alguna ocasión que me gusta el cine palomitero, pues ya lo dijeron los cineastas hollywoodienses, That´s entertainment. De vez en cuando, o quizás más a menudo, está bien ponerse delante de una pantalla y que te ofrezcan una serie de fuegos artificiales y petardazos varios, sin necesidad de un contenido adicional en forma de recado profundo que ha de llevarte a una serie de reflexiones sobre el precio del pan y sus implicaciones socioeconómicas, dicho sea esto último dejando sobreentendido que no sólo no desprecio el cine con mensaje, son que lo idolatro. ¿Lo idolatro? Sí, si está bien hecho, o mi pobre capacidad enjuiciadora de imágenes en movimiento contando algo así lo considera, y ese algo alcanza ese lugar desconocido que está situado entre el corazón y las tripas y que llamamos cerebro. Pues lo mismo pasa con el cine palomitero, obviamente. O sea, que como a cualquier hijo de vecino, me gusta el buen cine; lo que pasa es que el baremo de buen cine es tan variado como el número de espectadores. Yo tengo mi propio baremo, y me permito la desfachatez de exponerlo de vez en cuando; que alguien se lo lea es otra cuestión, yo, de momento, ejerzo el primer paso.
Volviendo al meollo, me encantan las películas de espías. Me gustan las de James Bond, y aquí admito que ese baremo que acabo de defender como personal e intransferible, aquí baja ligeramente para permitir el paso a la mayor cantidad de películas del Agente con licencia para matar posibles. Si alguien (sin súper poderes) salta desde una altura considerable, pelea mientras cae y logra acceder al interior de un avión en caída libre a tiempo de ponerse a los mandos y reiniciar el vuelo, me parece increíble y descabellado, y solo por ese tipo d escena, la película estaría condenada al ostracismo en lo que a mí se refiere…salvo si ese alguien es James Bond. También lo admitiría en películas con cierta dosis paródica, como las del Flint de James Coburn, y también a Matt Helm (Dean Martin), pero jamás se lo permitiría a Ethan Hunt, el Tom Cruise de misión Imposible para el cine. Es injusto, lo sé, pero así son las cosas subjetivas: Subjetivas. A Jason Bourne (Matt Damon) tampoco se lo pienso permitir, pero este no hace esas cosas. O si, pero no esas cosas. Y a Chuck Bartowsky, ese espía que era reparador de ordenadores en el Buy More en la serie de TV Chuck, la serie que todas las temporadas está a punto de cancelarse pero sobrevive como espía bien entrenado, depende de si el Intersec lleva esa lección incorporada. A su compañero John Casey (Adam Baldwin, que curiosamente nada tiene que ver con los miles de hermanos Baldwin que hay sueltos por Hollywood) no, pero tampoco es de los que hacen esas cosas, asi como Sarah Walker. Pero a Asombroso (o Awesome) si, y eso que no es espía… Y ya no hablaré de Maxwell Smart, 24, Alias, Burn Notice, El Hombre de CIPOL, Austin Powers, Spooks, The Company, La gente de Smiley...o de Anacleto, Agente Secreto.
Dejando atrás esto que parece una charla entre Kevin Smith y Tarantino, he de decir que hay otro tipo de cine de espías. El que es de tipo más sosegado, calmo, e incluso me atrevería a decir que real. Más que nada porque los espías existen, pero tampoco estamos viendo en las noticias que hay persecuciones de helicópteros o ametrallamientos en rascacielos… claro, como son espías… Es que lo tienen todo controlado… qué tíos, los de la TIA.
Ese otro cine de espías se basa en historias como las escritas por John le Carré, (El espía que surgió del frío o El jardinero fiel, por ejemplo) o Graham Greene (Nuestro hombre en La Habana o El americano impasible), y tienen un trasfondo más político, siendo menos espectaculares en lo que se refiere a acción física.
Paul Newman hizo al menos tres película de espías. El señor Newman reunía en su irrepetible persona un atractivo físico que encandilaba a mujeres y hombres por igual, cada uno por sus razones particulares, y un talento interpretativo enorme y adecuado a cada uno de los papeles que hizo. Estas tres películas tienen un innegable tinte hitchcockiano. Son, en orden decreciente de calidad, siempre mi personal apreciación:
Cortina Rasgada (Torn Courtain), cuyo tinte hitchcockiano es obvio; es de Hitchcock. La película contiene elementos de espionaje, pero Newman no es un espía, sino un físico nuclear estadounidense llamado Michael Armstrong , que necesita una fórmula de un científico de la República Democrática Alemana. Para conseguirla, no duda en pasar al otro lado del telón de acero y simular que ofrece sus servicios a los comunistas.
El Premio, de Mark Robson, en la que Newman interpreta a Andrew Craig, un escritor norteamericano que está en Estocolmo para recibir el premio Nobel que se ve envuelto en una trama de espionaje que afecta al ganador de el de física de ese año, Max Stratman (Edward G. Robinson), implicando a agentes soviéticos en plena guerra fría.
Y la tercera, de la que iba a hablar, e intentaré hacerlo a pesar de esta introducción mayor que el cuerpo del artículo, es El hombre de Mackintosh. Es muy importante que os fijéis en que el hombre es de Mackintosh, y no de Macintosh, así que los que hayáis llegado hasta aquí esperando leer algo sobre Raskin, Atkinson o Smith, o sobre Steve Jobs, su tocayo Wozniac o Ronald Wayne, ya os podéis ir por donde habéis venido. O quedaros, si os gustan las películas de espías que no son tipo James Bond.
Dirección: John Huston
Producción : John Foreman, William Hill
Guión : Walter Hill
Música: Maurice Jarre
Fotografía : Oswald Morris
Montaje: Russell Lloyd
Reparto: Paul Newman, Dominique Sanda, James Mason, Ian Bannen, Harry Andrews, Nigel Patrick
Dirigida por John Huston, El hombre de Mackintosh se basa en la novela "The Freedom Trap" (1971), de Desmond Bagley, adaptada por Walter Hill. Joseph Rearden (Paul Newman) es un agente contratado por Mackintosh (Harry Andrews), alto funcionario de la Inteligencia británica, para infiltrarse en un grupo de espías, al que ha de identificar y denunciar. Tras apoderarse de un envío de diamantes es detenido y condenado a prisión. En la cárcel protagonizará una fuga con un convicto acusado de espionaje llamado Slade (Ian Bannen) e intentará demostrar que el político conservador Sir George Wheeler (James Mason) es en realidad un agente doble al servicio de la URSS.
El principal problema del guión de Walter Hill es que al comienzo resulta del todo confuso. Se opta por dejarnos a ciegas acerca de la verdadera misión de Rearden, al menos hasta la mitad de la trama. Nos permite ir descubriendo lo que realmente ocurre y quien es quien, pero hasta que se nos enseñan las cartas pasa bastante tiempo, con el riesgo que eso supone; el no enganchar al espectador. Pero una vez sabemos de qué va la cosa, la película coge un ritmo distinto, se acelera y se hace cada vez más trepidante. A destacar la persecución de coches entre los prados con cercas de piedra de Irlanda.
Newman logra parecer una persona completamente normal que pasa desapercibida, a pesar de lo llamativo de su fachada, James Mason compone otro de sus malos malísimos magistrales, el frío, calculador y poco fiable George Wheeler, y Dominique Sanda (Mrs. Smith) logra transmitir cierto atractivo. A pesar del vital peso del personaje, sin el cual la película no tendría demasiado sentido, la actriz no está a la altura de las circunstancias, resultando demasiado fría e inexpresiva para ello. Harry andrews, ese actor Inglés de grandes orejas y prominente mandíbula uqe siempre hacía de militar, o de escocés, o de militar escocés, es uno de esos enormes secundarias a los que hemos visto en mil películas (bueno, a este en concreto en unas 78) y su actuación es correcta, para lo poco que sale.
El final de la película me deparó una doble sorpresa. El del final de la película en sí, y el de la doble interpretación que se hizo en España por obra y gracia de la censura. A aquí debo advertir muy seriamente eso de los Spoilers. Si tienes interés en ver esta película que ya está cumpliendo los 37 años, no debes leer el siguiente párrafo.
Mackintosh muere como resultado de un atropello perpetrado por presunta orden de Wheeler tras ser tanteado este por el primero, y resulta que Mrs. Smith es hija de Mackintosh. Precedente a esta escena a tener en cuenta; Newman y Sanda han tenido escena de cama entre ellos. Al final de la película, en una iglesia en la isla de Malta, Rearden tiene un careo con Slade y Wheeler en el uqe deciden en resumidas cuentas que por qué nos vamos a liar a tiros, que al final alguien puede salir herido, ya tendremos otras ocasiones. Estando Rearden en posición de desventaja, accede a la tregua temporal, dejando marchar a los malos. La sorpresa surge cuando estos son tiroteados al irse, siendo la del gatillo fácil Mrs. Smith. Con esta película me ocurrió algo curioso. Comencé a verla en versión original, cosa que hago siempre que me es posible, pero por circunstancias que no vienen al caso, tuve que interrumpir su visionado pasada la mitad de la película. Al reanudarla me encontré con el clásico doblaje de los años 70, con Angel María Baltanás doblando a Paul Newman y su hermano José Luis a James Mason y me dije “Qué demonios” y continué viéndola con esas voces que, a fin de cuentas, son las voces con las que crecí. Angel Maria Baltanás será para mí siempre la voz de Paul Newman en castellano. Cuando la escena que he descrito ocurre, me encuentro con una Dominique Sanda doblada por Maria del Puy diciéndole a Paul Newman mientras coloca pistolas en las manos de los finados para dar a entender un tiroteo entre ambos , palabras cariñosas intentando que lo comprendiera, y huyendo en la oscuridad, su voz en off (o eso quiero pensar, pues los labios de la Sanda no se mueven) dice algo así como “Cariño, esperaré el tiempo necesario, pero al final lo comprenderás y por fin estaremos juntos para siempre). Atónito alcancé a pensar que l película se estrenó en España en el 74, año en el que todavía nos tenía en un puño aquel generalísimo gallego, y las instituciones que medraban a su alrededor, también. “Rebobiné”, o como se diga cuándo lo que ves es un DVD (o BR, o AVI…) y vi la escena en VO. Cuando la Sanda recoloca las armas en los difuntos, está hablando de que se los había cargado porque ellos eran los responsables de la muerte de su padre. Paul Newman guarda silencio y la Sanda le suelta “Quizás te tendría que haber matado a ti también”. Y mientras huye en la oscuridad no dice absolutamente nada.
Que cada cual saque sus conclusiones acerca del doblaje utilizado una vez más como herramienta de la censura.
Por lo demás, la película, como ya he dicho, mejora al final del metraje y nos deja un final algo incierto y polémico en la época. La dirección de Huston, quien siempre me pareció capaz de lo mejor y de lo peor sitúa esta película en la parte media-alta de su filmografía, y la música de Maurice Jarre resulta un tanto machacona, cosa que, por otra parte, era habitual en los filmes de la época.
Parece ser que recientemente se ha descubierto un episodio de la serie “El Santo”, de 1962, la protagonizada por Roger Moore, con una trama idéntica a la de esta película. Y digo yo, entonces la culpa será del escritor que escribió la novela en la cual se basa la película ¿no? Bueno, esa ya es otra historia… aunque sea la misma, pero no voy a ser yo quien la cuente.
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