LA BRUJA Y LOS PAISANOS: DOÑA URRACA de Jorge Y VARIOS SEÑORES NORMALES


En 1982, el dibujante Barcelonés Jordi Bernet, nacido en 1944, repetía nuevamente algo que ya había hecho anteriormente. Con guiones de Enrique Sánchez Abulí daba vida en las viñetas a Luca Torelli, un desalmado asesino a sueldo siciliano, a los que en el argot de la época – años 30/40-se les llamaba “torpedos”, nada que ver con la expresión que años más tarde popularizaría en España Gregorio Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada. Torpedo 1936, tal es la serie que lanzó a la fama internacional a Jordi Bernet, y viceversa, estaba dibujada inicialmente por Alex Toth, quien llevaría a cabo 2 únicas historias, cediendo el testigo a Bernet.
Años antes le había ocurrido lo mismo con su propio padre, Miguel Bernet , aunque en este caso las circunstancias fueron más lamentables. Fallecido en 1960, Jordi Bernet se hizo cargo con sólo 16 años de la serie que su padre había popularizado. Lo hizo durante aproximadamente un año, para procurar a la familia de los ingresos que el deceso de su padre había interrumpido; más adelante optaría por dibujar con estilo realista, y emigraría para dibujar para el mercado exterior, donde comenzará a triunfar, pero esa es otra historia que no ha de ser contada ahora.
Ahora contaremos que en el nº 77 de la revista Pulgarcito, en 1948,  apareció por vez primera una historieta que tenía como protagonista a una mujer con nariz ganchuda, gafas redondas, con el pelo recogido en un apretado moño, ataviada completamente de negro con una especie de vestido que recordaba mucho a las de las amas de llaves de las novelas de Dickens o a la Srta. Rottenmeier de Heidi, totalmente demodé incluso para la época. Una verruga en la parte derecha de su fea cara que desaparecería posteriormente en pro, supongo, de aligerar el dibujo, unos zapatos de afilada puta que bien podían haber pertenecido a una bruja y un paraguas con el que jugueteaba y apaleaba al prójimo. Un paraguas que jamás se usó para protegerse de la lluvia, un bastón de Don Berrinche, que habría podido ser una escoba voladora. Pero era un paraguas, y nada que ver con el de Mary Poppins. Y es que esta mujer era toda una bruja. No en el sentido mágico del término, al menos de momento, sino en el despectivo. 



En la historieta titulada El día 13 la vemos anticipar todo lo bueno que puede traer para su regocijo un día 13, de tan mal fario en nuestra tradición supersticiosa, tras lo que la vemos disfrutar de un accidente entre dos coches. Luego prepara una encerrona para que atropellen a un invidente, espectáculo que se apresta a presenciar en una silla robada, y maltrata físicamente a un niño que impide tal tropelía. Y esta ha de ser la gota que colma el vaso de la conciencia y la moralidad, pues desde ese momento, la mujer es perseguida y masacrada por mala persona, por arpía, por bruja.
Esto que acabo de describir ocurría en la primera historieta publicada de Doña Urraca, y las tropelías de este personaje seguirían por este camino en los años siguientes, e incluso con peores intenciones. Era un personaje que representaba la maldad. Era mala de por sí, como un propósito que se marcaba, el abusar de los débiles, presenciar catástrofes, ocasionar desgracias, regodearse en la mala suerte ajena; doña Urraca se alimentaba del mal y del dolor ajeno. Al principio se ganaba la vida cobrando a morosos, y se encontraba en su salsa ayudando en una empresa de pompas fúnebre. Doña Urraca disfrutaba haciendo y contemplando el mal, el sufrimiento y la muerte;  ella sabía que era mala, y su fama le precedía. Se pasaba la vida urdiendo calamidades, haciendo gamberradas, asustando a niños, emprendiendo negocios ilegales… en palabras de Jordi Bernet, “Fue sin duda el personaje más terrible de lo que luego se llamaría la Escuela Bruguera. Era, dentro de su ingenuidad, rematadamente mala, perversa, colérica, envidiosa y, sobre todo, siniestra en sus maquinaciones, aunque todos sus retorcidos y maquiavélicos planes acababan fallando estrepitosamente y la convertían en un personaje entrañable.”











Miguel Bernet Toledano nació en Barcelona en 1921. Al comienzo de la guerra Civil Española contaba, pues, con 15 años, por tanto falsificó sus documentos para disimular su verdadera edad y se alistó como voluntario en el ejército republicano. Fue herido en el frente, así que en su convalecencia fue destinado a Barcelona, donde entró en el Departamento de Propaganda. Allí entró en contacto con dibujantes de la época, entre los que se encontraban el cartelista Josep Bardasano, que dirigía el taller propagandístico La Gallofa, en la sección de Artes Plásticas de las Juventudes Socialista Unificadas. Tras la derrota pasó por el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, un campo de internamiento construido por el gobierno de Francia en una playa de la localidad homónima para albergar a parte de los 550000 refugiados que traspasaron la frontera, huyendo de España tras el fin de la Guerra Civil. Miguel Bernet escapó tras la caída de Barcelona, último reducto importante republicano, en enero de 1939, junto  a medio millón de refugiados que buscaban en aquella diáspora a Francia como única salvación, principalmente a través de los pasos fronterizos de La Junquera y Portbou. Las condiciones de vida de los refugiados en este campo fueron inhumanas. Según palabras del fotógrafo Robert Capa, era "...un infierno sobre la arena: los hombres allí sobreviven bajo tiendas de fortuna y chozas de paja que ofrecen una miserable protección contra la arena y el viento. Para coronar todo ello, no hay agua potable, sino el agua salobre extraída de agujeros cavados en la arena". 





En junio de 1940 las tropas alemanas del III Reich invadieron Francia, por lo que los refugiados españoles abandonaron el campo de Argelès con diferentes destinos. Algunos, entre los que se encontraba Miguel, decidieron volver a España, ante la promesa de Franco de perdonar a quienes no hubiesen cometido delitos de sangre, aunque luego esta amnistía no se cumplió y la mayoría fueron ejecutados y encarcelados al volver a sus localidades de origen. En el caso de Miguel Bernet,  a su regreso a España  sirvió en un batallón disciplinario y en la Marina, para purgar el hecho de haber luchado con el bando perdedor. Como prisionero formó parte de un equipo dedicado a restaurar imágenes religiosas de iglesias dañadas por los bombardeos.
En 1942 nace por fin el Miguel Bernet artista de la viñeta,  dibujando cuadernos de aventuras para las editoriales Grafidea y Ameller, entre otras. Por aquella misma época colabora con Editorial Brugue­ra para la que dibuja cuader­nos de la colección "Viajes y Aventuras", “Superhombres” y “Tom Mix”. En 1944 nace su hijo Jordi Bernet. A raíz de este acontecimiento natalicio, Miguel Bernet adopta un seudónimo con el que firmará a partir de entonces sus historietas: Jorge.
Con toda lógica, Jordi Bernet debió de ser inscrito en el registro Civil como Jorge, tal como el seudónimo de su padre. Estamos en la España de los años 40, y no se puede sumar el catalanismo al pasado republicano de Jorge (como le vamos a llamar en adelante). En Bruguera había determinada cantidad de personas represaliadas por el régimen, entre ellos el burgalés Rafael González, un periodista que escribió para La Noche y La Vanguardia, y que tuvo que subsistir acarreando carbón al regreso de su exilio en Francia durante algún tiempo, antes de entrar a coordinar Pulgarcito.







Jorge cuando era Miguel Bernet, antes de Bruguera


En la revista Pepe Cola




Personajes variados



En 1944 vuelve a aparecer dicha revista, (fundada en 1921, apareció hasta 1936, y desde ese año al 44, de forma muy irregular, como es lógico) pasando Jorge a dibujar en estilo cómico y formando parte de la plantilla fija desde 1947, cuando Pulgarcito comienza a aparecer semanalmente. Es entonces cuando se crea la revista Pulgarcito de historietas, ya que la anterior Pulgarcito se basaba casi toda en la publicación de textos  ilustrados y chistes. Jorge comparte cartel con Iranzo (La Familia Pepe), Escobar (Carpanta), Peñarroya (Don Pío) y Cifré (El Repórter Tribulete y Don Furcio Buscabollos). Jorge, por su parte, dibuja a Melindro Gutierrez y Leovigildo Viruta. Inicialmente su estilo es muy parecido al de Marino Benejam, el dibujante que creó a la Familia Ulises, y a Melitón Pérez, para el TBO, y cuyo parecido con los dos personajes de Jorge es más que notable, o viceversa más bien.  Estos dos personajes no tienen nada de especial. Podríamos decir que son nada más que unos tipos sin ningún rasgo distintivo que los haga sobresalir del resto. Son absolutamente normales, personajes sin oficio ni beneficio, tipos de la calle, al igual que ocurría con sus coetáneos Calixto, de Peñarroya, Casildo de Nadal o Heliodoro, de Vázquez. De hecho, a pesar de estar bien diferenciados sus creadores, confundo con muchísima frecuencia a estos personajes. Son más bien unos rostros anónimos entre la multitud. Y entre esa multitud destacaban unas pocas luminarias que eclipsaban al resto de las creaciones. Como Doña Urraca. Aconsejado por las directrices estilísticas que recomendaba la casa, Jorge adopta el estilo del dibujante más popular por aquel entonces, que no era otro que Cifré. Poco a poco va diferenciándose y adquiriendo su propio estilo, limpio y puntiagudo.

Melitón Pérez, de Benejam





 
Curiosamente, entre los años 1947 a 1952, la revista Pulgarcito carecía de permiso oficial para publicarse periódicamente. Es en este quinquenio cuando se plantan las semillas del auge de la Escuela Bruguera, bajo la dirección de Rafael González. Aparte de los personajes ya mencionados, nacen en 1948 Gordito Relleno y Zipi y Zape, y en 1949 Carioco y Las hermanas Gilda. A partir del año 52 se consigue el permiso oficial para publicarse periódicamente. Rafael González no solo dirigía los contenidos de la revista. También “impuso” un lenguaje peculiar, que todos los personajes utilizaban. Una forma de expresarse muy rimbombante que identificamos inmediatamente como propia de la Escuela Bruguera, y que perduró hasta más allá de los años 70 en palabros como “zapateta”, la “repanocha” o insultos como “berzotas”, aunque obviamente no con la intensidad con que se utilizaba en los primeros años, en los que parece adivinarse que el señor González tenía ciertas influencias de Mihura o Jardiel Poncela. Las frases que utilizan los personajes son altisonantes, muchas veces pomposas, redundantes y geniales por lo absurdas, a veces marxistas (de Groucho, claro, que no estaba el horno para bollos).
Mientras tanto, a partir del 48, Doña Urraca continuaba haciendo de las suyas doquiera que se encontrara, llegando a bajar al infierno tras ser expulsada del cielo, de donde era desterrada (o desinfiernada) pues el infierno se estaba convirtiendo en algo peor que el infierno con la presencia de la Doña. 

Anuncio aparecido en un Pulgarcito anunciando el advenimiento de la Doña
Caricatura hecha por su hermano Joan
 



Al pensar en Doña Urraca, inmediatamente se viene a la cabeza la figura histórica que fue reina de León y Castilla, hija de Alfonso VI. Nada más inexacto. Hay quien apuesta que tanta maldad concentrada sólo puede ser producto de un rencor, y como hemos visto, por  el pasado de Jorge razones suficientes hay para que alguna inquina le despertara alguien. Se dice que Jorge pudo basarse en una antagonista ideológica, María Rosa Urraca Pastor, una destacada propagandista del Tradicionalismo, dirigente carlista,  que destacó por sus ideas antirrepublicanas y por su apoyo al golpe de Estado militar. Tras la guerra, se estableció en Barcelona, y se ocupó de los huérfanos de guerra. Pensaba que no merecían el mismo trato los hijos de los republicanos que los de los del bando franquista, y  sobra decir quien pensaba que debería ser favorecido… 
La auténtica Çorra de Doña Urraca
Pero esta obtuvo su sello de correos
Doña Urraca, en toda su maldad, suponía un reflejo de todo el rencor, fundamentalismo e intransigencia de un sector de la sociedad hiperconservador, representado por la solteronas moralistas y beatas de la postguerra (puede parecer machista, pero así eran las cosas entonces), aunque no restringido únicamente a ellas. A diferencia de la mayoría de las series de Bruguera de la época, no ofrecía un retrato (o reflejo distorsionado, una caricatura) costumbrista de la época; era puro humor negro, a veces MUY negro. Si El Esperpento es un estilo literario genuinamente español, no en vano creado por Ramón María del Valle-Inclán, caracterizado por la deformación grotesca de la realidad, "el sentido trágico de la vida española sólo puede ofrecerse con una estética sistemáticamente deformada". (Luces de Bohemia) Doña Urraca sería la mejor  representante en forma de historieta.




 
Sea como fuere, la absurda censura terminó fijándose en un personaje que cada vez era más popular, (la lamentable Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles), y a finales de los 50 consideró que tanta maldad y mala uva no eran admisibles para ser leídas por tiernos infantes, así que el ultimátum fue inapelable; o se dulcificaba a la Doña, despojándola de cuanto había contribuido a su leyenda, o se dejaba de dibujar y publicar. Jorge creó entonces a la  contrapartida de Doña Urraca: Caramillo. Caramillo era un buen tipo, entrañable, vestido de rojo (menos cuando el bitono lo impedía), cubierto con una gorra, que se convertiría en el blanco casi exclusivo de las añagazas de Doña Urraca, consiguiendo que dejara en paz al resto de la Humanidad, fuera por su exclusividad o por sus intervenciones para evitarlo. Había un continuo enfrentamiento entre Urraca y Caramillo, semejante al del ángel y el diablo que representan la conciencia buena y mala de cualquier personaje de dibujos animados. De todas formas, si que se dulcificó el carácter de Doña Urraca, convirtiéndose más en una vieja traviesa que en el quinto jinete del apocalipsis que había sido hasta aquel entonces. Caramillo, que tampoco es que fuera un cacho de pan,  nació por culpa de la censura, al igual que el Protasio de Carpanta o el Luisito de Don Pío. Provocó que don Berrinche cambiara el garrote por un bastón, que Zipi y Zape fueran menos traviesos (y empezaran con la buena acción semanal) y que Agamenón se llenara de comillas. El Reglamento para la ejecución del Decreto del 24 de Febrero de 1956 ponía el acento en tener cuidado en “narraciones o historietas que contengan ejemplos destacados de laicismo , descripciones tendenciosas de ceremonias o costumbres correspondientes a cultos de otras religiones o confesiones que pudieran inducir a error o                escándalo”,  “deberán evitarse escenas terroríficas, relatos que presenten a la luz favorable las relaciones antisociales”, “un sentido del humor demasiado cerebral y aséptico para ser infantil, con desconocimiento u olvido del candor y la ingenuidad que fundamenta el sentido infantil de la ironía”, “las expresiones y giros extranjerizantes, así como las construcciones que revelen deficiencia o incorrección en el uso de la lengua española”, “toda desviación del humorismo hacia la ridiculización de la autoridad de los padres, de la santidad de la familia y del hogar, del respeto a las personas que ejercen autoridad, del amor a la patria y de la obediencia a las leyes”.



Varias con Caramillo

No sólo sufrió la censura la Doña en el caso de Jorge. Otro personaje suyo, Don Pancho, una caricatura del mexicano de película del oeste más típico, tenía una esposa que peinaba trenzas. Alguna mente censora y enfermiza (aunque los dos términos creo que son indisociables) dijo que las trenzas eran inmorales y provocativas, por lo que Jorge hubo de transformarlas en un pudibundo moño. Otro personaje  pretendía llamarse "El Mago Pirindola que no da pie con bola"… y lo de Pirindola se grabó a fuego en la calenturienta mente censora. El personaje acabó llamándose "El Mago Pirindolo, que no da pie con bolo”. Ridículo, pero ni inmoral ni pecaminoso.












La historietografía de Jorge en el plano de lo cómico comprendería muchos más personajes además de los ya mencionados: El vagabundo Mostacho (1947), Leovigildo Viruta (1947), Las fascinantes aventuras de Tallarín López (1948), Orlando Cucala, (1948) Sisebuto, detective astuto (1953), Margarita Gutiérrez, la dama de los cabellos (1958) Doña Filo y sus hermanas, señoras bastante llanas (1959), 'Don Pancho' (1951) Sinforino (1951), Ofelio (1951), Don Pánfilo Tontáinez (1959), El Caballero Simón(1960)…

El vagabundo Mostacho era…un vagabundo con mostacho.


Leovigildo Viruta, tipo bajito del montón caracterizado por llevar gorra, y que insisto en lo mucho que se parece a Melitón Pérez. Tallarín López y  Mi primo Gundemaro  comparten la ausencia de características especiales en los personajes. Parece que Jorge estaba probando suerte, a  ver si alguno podía llegar a funcionar, y mientras tanto, ir ganando algo de dinerillo.






Sisebuto, detective astuto era un investigador timorato tocado con sombrero (algún día habrá que hablar de la importancia de este accesorio cocorotil en determinada época brugueriana), que fumaba en pipa y no demostraba demasiadas luces, o se complicaba mucho por poca cosa.





Doña Filo y sus hermanas, señoras bastante llanas,  (Filo, Cleo y Pitusa) era una historieta de tono costumbrista, tratando sobre tres hermanas solteronas, al parecer basadas en tres ancianitas de la familia Bernet.



Margarita Gautierrez, la dama de los cabellos, era una fea dama desesperada por tener un pretendiente que se fijara en sus “encantos”.



Don Pánfilo Tontáinez era otro tipo de lo más normal, que se veía siempre rodeado de conflictos e injusticias hacia su persona.


Ofelio era un tipo apocado y tímido, poquita cosa, con la cabeza alargada horizontalmente cual dirigible que ante cualquier eventualidad que alterase su mundo pacato acababa desvaneciéndose cual damisela del Romanticismo.





 Sinforino,  un extravagante tipo (un músico) con el pelo parecido al del actor secundario Bob  que fracasa constantemente en su pasión musical a la hora de ganarse el pan.


Emerenciano Morfeo, Sereno bastante feoEl Caballero Simón, pequeño, pero matón (una especie de Don Furcio Buscabollos). Quedan definidos en el título.


Y multitud de páginas de Chistes y las tiras Deportes pagados y Primero dijo… A pesar de la injusticia de mencionar tan someramente estas creaciones, una imagen vale más que mil palabras. Quizás más adelante pueda profundizar más en un dibujante del que no he arañado más que la superficie y del que mucho me temo que me dejo en el tintero multitud de personajes. Como siempre, a futuras averiguaciones, próximas publicaciones.










Jorge falleció prematuramente en 1960, a la edad de 38 años, dejando tras de sí un enorme legado, que quedaría ensombrecido por el éxito de la malvada Doña Urraca. Tras su fallecimiento, su obra fue republicada (que no republicana…), y recortada, recompuesta, reformada, hasta se borró la firma… Doña Urraca fue continuada por dibujantes anónimos (no era cuestión de desperdiciar ese filón), uno de los cuales fue, como ya hemos visto, Jordi Bernet, que al menos firmaba como…Jorge. A pesar de su edad y bisoñez en el mundillo, y de estar en las galeras para dibujantes de Bruguera, cobró como un dibujante profesional, deferencia de Rafael González, como camarada de su padre (y de todos los dibujantes de la casa, a pesar de lo que se dijo en su momento de él), en lo político, en lo profesional y en lo humano.
También firmó Torá en las páginas de Doña Urraca, que aparte de continuar esta serie continuó Blasa, Portera de su casa, de Escobar, y ejerció de Chimpa de Vázquez cuando no lo hacía Blas Sanchís (especialmente con La abuelita Paz y Feliciano, y Blas Sanchís , mientras tanto, continuó con Doña Filo). Y la doña Urraca de Gustavo Martz Schmidtz, que también merece un capítulo aparte. (Y que también fue chimpa de Vázquez en Cebolleta).



Varias Urracas de Jordi Bernet




Varias Urracas de Torá



Varias Urracas de Schmidtz

El estilo de Jorge, ya definido, siempre me pareció rotundo, bien definido, puntiagudo, construido a base de líneas rectas, lo que no impedía un movimiento fluido. Sus personajes mostraban expresiones de rencor (esas miradas perforantes), horror (esas bocas en zigzag y los ojos desorbitados) y furia contenida inigualables;  parece haber un demonio escondido dentro de cada uno de ellos. Son constantes en su producción alusiones al dolor, a la ira, a la vergüenza…Jorge dibujaba mucho, y dibujaba bien. Cuando los cinco grandes iniciaran la aventura del Tio Vivo, el sexto permaneció “fiel” profesionalmente a Bruguera, y sólo se permitió años más tarde una escapada con agencias extranjeras, que lo que le trajeron fue un brusco cambio de estilo dibujil, pero a mejor, cuando lo que ya había era bueno. Si no hubiera fallecido tan pronto, como ocurrió dos años más tarde con Cifré, ¿Quién sabe dónde hubiera llegado? Porque a pesar de la sombra alargada de Doña Urraca, Jorge era algo más que eso, pues Doña Urraca sin Jorge, y a pesar de Caramillo y la censura, no era tanta doña Urraca. Sus personajes, más allá de su interés u originalidad, tenían los nombres más rebuscados del universo Bruguera, y el lenguaje de sus diálogos era puro Rafael González llevado al extremo.







Y, la verdad…doña Urraca no caminaba, flotaba. Sus pies nunca tocaban el suelo cuando se movía. ¿Sería el paraguas?
Una Doña Urraca cada vez mas dulcificada celebra la navidad en el Almanaque de Pulgarcito de 1961 El autor debería ser Jodi Bernet, pues su padre falleció el año anterior.


2 comentarios:

  1. ¡ QUÉ GRAN APORTE, MAN ! Eso sí, vamos a tardar un tiempo en leer tooooooodas las historietas.

    Se te ha vuelto a colar un párrafo repetido, en concreto el que comienza por «Curiosamente, entre los años 1947...»

    Btw, te voy a dar yo a ti «La auténtica Çorra de Doña Urraca».

    Y hablando de çorras, ¡quiero ver a la de Don Pancho con trenzas!

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  2. Duplicado desduplicado y corregido. La verdad, tanto me cuesta no cometer estos errores de edición, como para encontrar a la de Don Pancho con trenzas, no me quedan Pulgarcitos anteriores a 1955 y posteriores a 1951 por revisar...!

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