Don Pío, como buen cabeza de familia (cosas de la época, ya que EL era el cabeza de familia, cabeza redonda y calva), tenía que trabajar para pagar facturillas, sacar adelante la casa y tener contenta a Benita. Como ocurre en el mundo Bruguera, y ya hemos visto con anterioridad con Rosendo Cebolleta, las cosas no suelen acabar muy bien para el pobre oficinista.
Hasta qué punto llegarían las cosas que es despedido por dormirse en su propia casa por querer hacer horas extras. ¿Dónde estaban los sindicatos entonces? Ah, claro...En el exilio.
También, al sufrir la maldición de tener que madrugar, que no sé que extraña razón impulsa a las empresas a tener esos horarios absurdos que nos hacen a todos tener que salir al mismo tiempo de casa, provocándose esos desesperantes atascao de tráfico, a tan tiernas horas de la mañana... Bueno, Don Pío también se dormía y llegaba tarde.
Y por una vez que el jefe se muestra comprensivo, va Benita y lo fastidia todo tomando una iniciativa nada solidaria con su marido.
Precisamente el jefe de Don Pío, que aquí parece tener más continuidad que en Cebolleta, quizás porque a Don Pío le despidieran menos, tiene sus problemas empresariales. Menos mal que dispone de empleados eficientes.
Pero Don Pío, sin verlas venir, no es uno de esos empleados. Al menos no le despiden en esta ocasión. A pesar de todo, Don Pío ,aún sin obtener recompensas, se caracteriza por ser en muchas ocasiones la mano derecha de su jefe, un empleado modélico (para los jefes, claro)
Se le encargan trabajitos, y sin comerlo ni beberlo, sus compañeros meten la pata por una confusión. No es recompensado, aunque sí moralmente, pero por lo menos esta vez no es castigado. Lo de ser mano derecha tiene sis ventajas. Con tan poca cosa, su jefe le recompensa por ser su mano derrecha. Le regala un señor puro, cosa de mucho tronío en la época. Tanto, que su esposa y su sobrinito le convencen de que es de tanto tronío que puede llegar a arruinar su vida, o al menos, a que no mejore adecuadamente. Menuda campaña antitabaco!
Lástima que Benita arruine la campaña con su habitual y desaforado consumismo.Consumismo que está pidiendo a gritos que a don Pío le aumenten el sueldo.
Y lo consigue, desde luego que si. Al menos para sus compañeros. Para él parece que las cosas se quedarán como están por una larga temporada. Menos da una piedra en aquellos (o estos) tiempos de crisis. Pero eso no significa que en trabajo te traten como a un esclavo. Al menos es lo que opina Don Pío, hasta que se lo piensa dos veces imaginándose en el paro.
También una mala decisión que podía haber acabado mal, seguro, si hubiera sido la contraria. Pero la vida laboral sigue, y Don Pío sigue llegando tarde de vez en cuando.
Si hay algo peor que descubrir que todo había sido un sueño, es descubrir que, encima, hablas dormido. Lo mejor que podemos hacer, pobres proletarios, es seguir tragando.
Pues algún día nos tocará dejar de ser Don Pío, y si no llegamos a directores, al menos a alguno de sus compañeros.
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